Platón recomienda, en el preludio de la República, vigilar a los narradores de fábulas, quienes engañan a los niños con relatos de mentiras. Los mitos debían ser censurados y seleccionados para la enseñanza de los más pequeños, y a los poetas se les debía ordenar la invención de mitos convenientes. La belleza, la verdad y la bondad fueron la misma cosa en otras estaciones de la historia. El arte era una forma de verdad, y la observancia de tales enunciados constituía la mayor de las bondades. Con las transiciones de los siglos, estos valores y virtudes reclamaron su autonomía y se recluyeron en la esfera privada, junto a los sentimientos, excluidos de la vida pública por inoportunos e irracionales. Así como los sentimientos han sido rehabilitados en el campo de las neurociencias y la filosofía moral, así debe ser reconocida la relevancia de la imaginación en el campo de la deliberación bioética. Trascender el yo ensimismado, hacia una ética de la acogida, demanda un primer movimiento del afecto y la imaginación por el otro. Para deshabituarnos del mundo del deterioro moral, necesitamos nuevas miradas y nuevas formas de sentir. En esta XXVII edición del Seminario Internacional de Bioética de la Universidad El Bosque proponemos reconocer el papel de las artes como prácticas de enunciación de valores, sentimientos y miradas diversas, con el propósito de construir escuelas para la deliberación, espacios del afecto que permitan imaginar otros modos de vida.